La voz de los adoptados
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y si no me vienen a buscar ?

Cuando era pequeña no me gustaba estar en otro sitio que no fuera en casa, en las faldas de mamá, de papá o de la abuela, de la abuela recuerdo especialmente aquellos enormes pechos que me hacían de almohada. Tenía un vínculo muy especial, ya que en casa me explicaron que la primera vez que abrí los ojos ella estaba presente y yo enseguida me encontré cómoda en sus brazos. Si no tenía mis padres cerca, ella era la siguiente persona con quien mejor podía estar.
Aún recuerdo el primer día de escuela. Tenía 3 años, aún no … tal vez me faltaban 15 días para cumplirlos, pero la imagen no se me ha borrado. Lloraba como una magdalena cogiéndome al cuello de mi madre y por otro lado había una monja, sor Vicenta, que me estiraba para ir con ella al aula de P-3.  Mi madre me ha contado que aquel día sintió mis llantos hasta la rambla de Cornellá, donde vivíamos entonces …

 

Recuerdo también cuando salía de la escuela o de las actividades que hacía después. Si me venían a buscar más tarde de la hora sufría, sentía una angustia desmedida y lloraba sin parar mientras que el resto de niños aprovechaban el tiempo de espera para jugar o distraerse con cualquier cosa.
Cuando era la hora de ir a dormir, justo después del Casimiro, volvía de nuevo el sentimiento de angustia. Tenía que ir a dormir a las 9 pero mi padre no llegaba de trabajar hasta las diez y media pasadas. Sentir la puerta era un indicador que había vuelto a casa, entonces ya me podía dormir. Antes, acostada ya, siempre le pedía a mi madre que se sentara en el sofá donde yo la pudiera ver desde la cama.
Me hace gracia rescatar ahora todos esos recuerdos … no paro de emocionarme mientras escribo.
Muchos pensaréis que esta actitud es muy normal, y de hecho lo es, pero recuerdo también otros detalles que me hacen pensar que en mi caso la inseguridad, la desubicación, el miedo a un nuevo abandono agravaban los momentos de espera.
Siempre he sabido que era adoptada, mis padres no me lo han escondido nunca, pero el sentimiento de abandono siempre ha estado presente. Quizás antes no lo identificaba así, pero hoy estoy convencida de que el abandono que sufrí al nacer ha condicionado mis respuestas a situaciones de estrés. Latente, en mi pensamiento siempre había las mismas cuestiones: ¿me vendrán a buscar? Puede que se hayan olvidado de mí? Quizá no volverán a buscarme porque no les gusto bastante …
Pero finalmente, siempre me venían a buscar. Esto me reconfortaba, reafirmaba poco a poco la seguridad y el sentimiento de pertenencia a la familia. Pasara lo que pasara, mis padres siempre volvían, y si venían tarde, veía en sus rostros la preocupación por el tiempo que me habían hecho pasar. Por suerte, creo que se dieron cuenta rápido de esta necesidad mía, y pocas veces más los tuve que esperar.
Las personas adoptadas tenemos necesidades especiales. Esta es una. Pero el sentimiento de abandono es un agravio, en el fondo un sentimiento infundado, que en muchos de nosotros es bien palpable en el día a día. Esta necesidad de NO sentirnos abandonados se hace extensible a las diferentes etapas de la vida. Pero de eso ya os hablaré más adelante.

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